El Móvil sin “metales de sangre”
Tungsteno, tantalio, estaño, oro. Todos ellos son metales utilizados en la fabricación de teléfonos móviles, y que tienen algo más en común: se les llama «materiales de conflicto» porque sirven para financiar la guerra en la República Democrática del Congo -la más mortífera después de la segunda Guerra Mundial-, y otros conflictos adyacentes. El país africano tiene enormes reservas de todos estos metales.
«Cuando un amigo me llamó diciéndome que quería empezar una campaña de concienciación sobre la minería en el Congo, no me lo pensé. Inmediatamente me vino a la cabeza la loca idea de lanzar al mercado un móvil sin materiales de conflicto que nos permitiera llevar la historia al consumidor. El móvil es algo muy personal, poco transparente y totalmente relacionado con el problema». Así, cuenta el holandés Bas Van Abel, cómo se creó Fairphone, start-up que en 2013 lanzó el primer móvil ético al mercado, del que se vendieron 60.000 unidades, y que acaba de poner a la venta su segundo modelo, Fairphone 2.
Éste es, además, el primer smartphone modular -desmontable y reparable- del mundo, adelantándose al Project Ara de Google. «En cuanto comenzamos me di cuenta de lo naif que habíamos sido. Todo en el mundo está basado en materiales de conflicto».
En 2014, Google e Intel, entre muchos otros, reconocieron-obligados por la reforma de una ley estadounidense, la Dodd Frank Act– que sus productos probablemente los contenían, y que les resultaba difícil y demasiado caro comprobar toda la cadena de manufactura. Según la iniciativa The enough project, mientras que Intel ha incrementado considerablemente sus esfuerzos por usar materiales éticos, HTC o Sharp apenas han movido un dedo. Pero a pesar de las dificultades, Van Abel, máster en diseño interactivo cum laude, se negó a bajar de su nube y siguió adelante con la idea gracias a la ayuda de una fundación, Waag Society, que respaldó el proyecto.
«Visitamos una mina en el Congo con la que queríamos empezar a trabajar, cogimos un trozo de coltán (de él se extrae el tantalio), y lo llevamos a KPN, uno de los operadores de telefonía de Holanda. Lo puse sobre la mesa de mi interlocutor y le dije: ‘Será un teléfono justo’. ¿Queréis ser parte de esta historia? No teníamos nada más que ese trozo de roca».
Para sorpresa de Van Abel, KPN firmó el primer pedido de Fairphone 1: mil unidades de un móvil que en ese momento tenía las mismas prestaciones que una piedra. Esto les permitió contactar con un fabricante que se comprometió a producirlo, y fue aquí cuando entró en juego el mallorquín Miquel Ballester, ingeniero de 33 años con el que Van Abel convirtió Fairphone en una empresa.
«Por delante nos quedaba un camino larguísimo», rememora el cofundador. «Para conseguir la transparencia que buscábamos, tuvimos que ir a hablar con cada uno de los 80 proveedores que tenemos, la refinería, la fundición, el que hace la pieza, la empresa que las ensambla… La mayoría de veces eran proveedores directos, pero a veces no, y había que comprobar toda la cadena».
En su primer dispositivo, Fairphone se centró en conseguir tantalio y estaño no conflictivos. «Existen otros países donde se pueden extraer, pero nosotros creíamos y creemos que abandonar el Congo causa un daño económico aún mayor a la población. Para obtener el estaño decidimos trabajar con una iniciativa de minería libre de conflicto del gobierno holandés en dicho país, que permitía trazar el recorrido del metal».
En 2010 se aprobó en EEUU la mencionada Dodd Frank Act, también conocida como Ley Obama, con el objetivo de que las empresas estadounidenses dejaran de utilizar materiales de conflicto. Se esperaba así poder debilitar a las milicias, pero acabaron pagando justos por pecadores: el gobierno congolés cerró sus minas, y la pobreza en el país se disparó. Según Eric Kajemba, director de la ONG Observatory for Governance and Peace, «la intención de la ley era buena, pero no se pensó bien».
El tantalio, también congoleño, lo obtuvieron vía Solutions for Hope, que establecía un circuito cerrado de minas, fundiciones y manufacturadores con las garantías que buscaban. Cubrieron de sobra las expectativas de ventas del primer modelo, y ya con más fondos, se plantearon lanzar un segundo dispositivo más ambicioso. «Invertimos más en diseño, en la reparabilidad, y en reducir la obsolescencia». Es decir, conseguir un móvil que dure años.
«Se separa muy fácilmente, y cualquiera puede cambiar la pantalla en 10 segundos», asegura Ballester. Además, todos sus componentes se pueden comprar. «Ifixit (una de las webs de reparación con más seguimiento) nos ha dado un 10, es el teléfono más reparable del mundo». Algo más críticos han sido los geeks respecto a sus prestaciones, que sitúan en un nivel medio, sobre todo teniendo en cuenta lo que cuesta: 529 euros. Reconocen eso sí, su longevidad.
Otra de sus características diferenciadoras es que, aunque se vende con Android 5.1, funciona con otros sistemas operativos. También es menos conflictivo que el primero, pues han conseguido limpiar otros dos metales: el oro y el tungsteno. «Es la primera vez que se usa oro de joyería en electrónica de consumo. Decidimos no usar oro del Congo, sino de Perú, donde sí podíamos garantizar el comercio justo».
¿Es la ética un valor demasiado caro para un mercado sin conciencia? «Fairphone es más caro por economía de escala, no por otra cosa. Algunas marcas venden cientos de millones de unidades y nosotros 60.000 en 2015», responde Ballester. Puede que no sea el más barato del mercado, y también es probable que haya otros que ofrezcan más por el mismo dinero. Pero no por reducir los conflictos en el planeta.